El joven Vicent siempre ha tenido todo aquello que el dinero pudiese comprar; está acostumbrado a conseguir las cosas sin esfuerzo, a tener la vida resuelta y a no mover un dedo por los demás, pero las cosas van a cambiar. Porque tras una época de rebeldía incontrolable y notas que caen en picado, su padre (que pasa bastante de él, la verdad) le envía a un centro reformatorio a pasar el verano: La Floresta.No es ninguna novedad, pues ya ha pasado otros veranos en centros que (supuestamente) reforman a jóvenes malcriados como él, pero ésta vez no tendrá lujos a su alcance, días en la playa ni refrescos en la tumbona. En la Floresta hay tres normas: obedecer, trabajar para ganarse la comida (adiós privilegios) y no crear problemas; de lo contrario, será penalizado. Tiembla, Vicent; pero no sólo por el trabajo y los muros que rodeen el centro: vigila esos ojos amarillos que te observan desde el bosque…
Este Libro me recordaba mucho a un Hecho Real al que le han añadido toques fantásticos y espeluznantes.
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